a José Saavedra
Has dejado huella en mi carne
y memoria en la piel de las interminables bofetadas
que surcaran mi cuerpo en el claustro del sueño
quién sabe si mi destino se parecerá al de un hombre
y nacerá algún día un niño para imitarlo.
Para enmendar una indiferencia natural, me situaron a media distancia entre la miseria y el sol. La miseria me impidió creer que todo es bueno bajo el sol y en la historia; el sol me enseñó que la historia no lo es todo. Cambia la vida, sí, mas no el mundo que consideraba yo como mi divinidad.